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Ni un pueblo más bajo las aguas, ni un valle más inundado

Ni un pueblo más bajo las aguas, ni un valle más inundado

Un  titular de una agencia de noticias me sorprendió: “Biel rechaza que los proyectos dependan de la decisión de una minoría”. ¡Caramba!, ¿está hablando de la Romareda?, pensé. Pero no. El Vicepresidente del Gobierno de Aragón y líder del PAR, José Ángel Biel, se refería a los proyectos pendientes en la Comisión del Agua de Aragón cuando afirmaba que “la voluntad de una minoría no podía poner frenos o cortapisas” a determinadas actuaciones. “La voluntad de un diez por ciento de los miembros de la Comisión no puede paralizar los proyectos”, llegó a decir en alusión a los representantes de los afectados por grandes embalses (en concreto, la Coordinadora de Biscarrués-Los Mallos y la Asociación Río Aragón), que han decidido abandonar la citada Comisión hartos de su funcionamiento poco dialogante. Es decir, a ver si nos entendemos, que si la minoría son ayuntamientos y vecinos que defienden el futuro de sus pueblos frente a la amenaza de ser anegados por pantanos en pleno siglo XXI, entonces esa minoría no puede imponer la paralización de los proyectos. En cambio, si esa minoría son los dos concejales del PAR en el Ayuntamiento de Zaragoza, entonces sí que pueden paralizar los proyectos aprobados democráticamente por la mayoría del Pleno municipal. Eso dijo Biel en la misma rueda de prensa cuando, sólo unos minutos después, hablaba de la suspensión cautelar de la obra de Nueva Romareda por auto judicial a solicitud del PAR. Es decir, donde ejerce la oposición, en la Plaza del Pilar, el PAR exige consenso, pero donde gobierna, en el Pignatelli, el criterio es otro bien distinto. Pero algo falla en ese argumento, y es que la Comisión del Agua de Aragón nació precisamente para buscar consensos entre los beneficiarios y los afectados por las obras de regulación hidráulica, esto es, entre el llano y la montaña. No nació para imponer la mayoría sobre la minoría, sino para resolver conflictos mediante el diálogo. Poco tiene que ver eso con la gestión ordinaria de un Ayuntamiento que decide democráticamente dónde ubica sus equipamientos deportivos, ¡faltaría más! Pero algunos son insaciables: cuando la minoría soy yo, el gobierno democrático tiene que renunciar a su programa electoral para hacer lo que yo diga. Y, cuando la minoría son los demás, que se callen y no molesten, porque el que gobierna soy yo que para eso tengo mayoría (gracias a Marcelino). Esta es la ley del embudo del Sr. Biel. De la blog de CHA

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